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martes, 13 de diciembre de 2011

¡A COMER!

Llega diciembre, el mes más gastronómico del año. Mucha gente comienza a pensar con la boca,  sintiendo e imaginando una apetencia progresiva, donde el objeto de consumo crece en progresión geométrica.  Surge un nuevo personaje: el hambre por tener más hambre, para que comer sea interminable. Los romanos en sus orgías alimenticias lo tenían claro: era tan normal comer como vomitar.  La gente, divertida, se hace el plato. Y buscando el plato sale al centro a producir el primer encuentro entre el producto y su ingestión. El olfato y la mirada, sus primeros compañeros. La imaginación sosteniendo el escenario del festejo, nombre social de la comilona, trabaja sin descanso. Ingresan nuevos invitados invisibles pero invictos: los vacíos que deben llenarse, nombre social de la angustia. Todos se divierten rozando y jugando con los límites. Hay mandato de alegría total sin sanción para la euforia.

El alcohol, en su eterna batalla contra la lucidez, también se hará presente.  Brindemos: ¡es fin de año! Pero no fin para siempre, sólo un pedazo de fin, por suerte. Se festeja vida y también sobrevida, por qué no. El año próximo, que raramente será para el prójimo, podremos tener los mismos deseos, cometer los mismos errores y degustar  la ensalada de frustraciones e ilusiones que tanto nos gusta.  La mesa está servida y los tubos digestivos palpitantes.  El arte de la cocina, donde prepararse para comer  es quizá más importante que comer, se aproxima a su éxtasis.  Hay como una estética del placer anticipado, quizás goce.

El inagotable misterio psico-filosófico entre el Adentro y el Afuera está a punto, como el arroz, de ser resuelto. El Gran Chef desde el Cosmos nos observa, divertido; está siempre invitado aunque a veces no venga.  El significado de los alimentos y su   simbolismo quedan postergados ante la premura de dientes y paladar por la necesidad de saciarse. La frase “somos lo que comemos” se torna preocupante.  Comer, atender una necesidad como si no lo fuera, es un lujo para pocos. Pero los dejo, tengo que ir a comer.

 Agradecemos la Colaboración  de esta publicación a Llama Osvaldo 

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